La ocupación de Francia durante la segunda guerra mundial proporciona a Jean Anouilh (Burdeos, 1910-Lausana, 1987) la oportunidad de consignar su lectura de la Antígona de Sófocles. Y si bien Antígona continúa siendo el personaje central de la obra, la brutalidad de los tiempos que vive le permite a Anouilh colocar también en el fondo de la tragedia a Creonte, quien encarna el poder absoluto —y cínico— frente al cual nadie debe, siquiera, osar oponerse. Para ello se hace acompañar de los esbirros de costumbre: su guardia personal. El alegato de Anouilh no pierde ningún valor ante este desplazamiento: solamente hace resaltar que, no obstante lo terrorífico que puede ser tal acumulación de poder, insensato por otra parte, siempre habrá alguien: una muchachita, casi niña, que es capaz de oponérsele no obstante las más terribles consecuencias. La pieza fue escrita en 1942 y se representó por primera vez en 1944. Su vigencia es presente.