Víctor Toledo, como astuto cazador de paradojas no vacila en deshojarse sin cesar, hasta quedar más que desnudo en el páramo del canto visionario, sin aferrarse a la compañía de sus ángeles proféticos. Lo inasible es la esencia de la eternidad y por ahí navega Toledo como pescador solitario de dioses que arden en el horizonte como soles irradiantes. Porque Dentro de cada cosa hay un reloj de arena y al mismo tiempo, implacablemente, somos los habitantes del polvo. No hay modo de reposar entre los fantasmas de un siglo que agoniza. No es posible eludir el desfile de misterios cuando el alma se despoja de todos los pretextos que ha coleccionado por pereza o desesperación.