A lo largo de esta obra, el fenómeno del ser no es más que una cermonia incesante. Aparece la aventura de buzo en las profuindidades del yo: ese yo individual y colectivo. El arte de la Palabra, entonces, ilumina las zonas más oscuras del ser humano. El personaje único de Hernán Lavín Cerda es la especie humana con su luz y su sombra. Aquella paradoja equívoca y esquiva criatura del renio más o menos sapiens. Aquel animal que puede llegar a ser múltiple, deslumbrante, sobrecogedor en su grandeza y en su miseria.