Octavio Paz escribió en 1990: Los breves poemas de Asiain son frutos verbales. Frutos transparentes, quiero decir: objetos sensuales y carnales iluminados por la inteligencia. Poemas del cuerpo deseado, de sus epifanías y de su fatal eclipse, deshecho entre nuestros brazos como todo lo que es tiempo. Lucidez: ironía y melancolía. Los poemas de este libro, que se inicia con un arte poética y termina rindiendo homenaje formal a la tradición japonesa, confirman esas líneas pero, siempre frutos cumplidos, germinan en otro ámbito espiritual: el de un oriente íntimo, del que nos ofrecen una intuición, una premonición y una visión.