Con paulatina indiferencia, los habitantes del mundo se van ausentando de sus trabajos y hogares, y una mañana, en la ciudad de México, el estudiante de historia Andrés, trabajador de medio tiempo en una obra teatral sobre zombis y en un supermercado trasnacional, despierta para hallar el resultado: de la civilización sólo quedan sus objetos, autos, herramientas, casas con puertas abiertas al descuido, productos enlatados en largas filas de estantes, pero al parecer ninguna persona más. Sintiéndose en el filo de su propio final, en el punto en que se abolirá la historia humana, Andrés emprende un viaje hacia el mar (que sólo una vez, en la infancia, ha visto, pero adonde jamás ha vuelto porque nunca tiene dinero). Sin embargo, aún tiene que atravesar la ciudad. La lluvia no cesa y lo inunda todo; los animales y las plantas empiezan a apoderarse del lugar y, en ocasiones, ciertos muertos avanzan por la calle. Esta narración, aderezada de humor y nostalgia, es una trama fantástica sobre la soledad y el alienamiento de las grandes manchas urbanas.